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miércoles, 15 de abril de 2009

SAN BENITO DE PALERMO

4 de abril
SAN BENITO DE PALERMO (1526-1589)

A este San Benito se le llama de Palermo, por la ciudad en que murió, o de San Fratello o San Filadelfo por el lugar en que nació, o también el Moro o el Negro por el color de su piel y su ascendencia africana. De joven abrazó la vida eremítica, pero más tarde pasó a la Orden franciscana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente. Aunque hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios.
San Benito el Moro nació en 1526 en San Fratello, antes llamado San Filadelfo, provincia de Mesina (Sicilia), de padres cristianos, Cristóbal Manassari y Diana Larcari, descendientes de esclavos negros. De adolescente Benito cuidaba el rebaño del patrón y desde entonces, por sus virtudes, fue llamado el «santo moro». A los veintiún años entró en una comunidad de ermitaños, fundada en su región natal por Jerónimo Lanza, que vivía bajo la Regla de San Francisco. Cuando los ermitaños se trasladaron al Monte Pellegrino para vivir en mayor soledad, Benito los siguió, y a la muerte de Lanza, fue elegido superior por sus compañeros.
En 1562 Pío IV retiró la aprobación que Julio II había dado a aquel instituto e invitó a los religiosos a entrar en una Orden que ellos mismos escogieran. Benito escogió la Orden de los Hermanos Menores, y entró en el convento de Santa María de Jesús, en Palermo, fundado por el Beato Mateo de Agrigento. Luego fue enviado al convento de Santa Ana Giuliana, donde permaneció sólo tres años. Trasladado nuevamente a Palermo, vivió allí veinticuatro años.
Al principio ejerció el oficio de cocinero con gran espíritu de sacrificio y de caridad sobrenatural. Se le atribuyeron muchos milagros.
Se le tenía en tal aprecio que en 1578, siendo religioso no sacerdote, fue nombrado superior del convento. Por tres años guió a su comunidad con sabiduría, prudencia y gran caridad. Con ocasión del Capítulo provincial se trasladó a Agrigento, donde, por la fama de su santidad, que se había difundido rápidamente, fue acogido con calurosas manifestaciones del pueblo.
Nombrado maestro de novicios, atendió a este delicado oficio de la formación de los jóvenes con tanta santidad, que se creyó que tenía el don de escrutar los corazones. Finalmente volvió a su primitivo oficio de cocinero. Un gran número de devotos iba a él a consultarlo, entre los cuales también sacerdotes y teólogos, y finalmente el Virrey de Sicilia. Para todos tenía una palabra sabia, iluminadora, que animaba siempre al bien. Humilde y devoto, redoblaba las penitencias, ayunando y flagelándose hasta derramar sangre. Realizó numerosas curaciones. Cuando salía del convento la gente lo rodeaba para besarle la mano, tocarle el hábito, encomendarse a sus oraciones. Dócil instrumento de la bondad divina, hacía inmenso bien a favor de las almas.
En 1589 enfermó gravemente y por revelación conoció el día y hora de su muerte. Recibió los últimos sacramentos, y el 4 de abril de 1589 expiró dulcemente a la edad de 63 años, pronunciando las palabras de Jesús moribundo: «En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu». Su culto se difundió ampliamente y vino a ser el protector de los pueblos negros. Fue canonizado por Pío VII el 24 de mayo de 1807.
Esta gloria de la Orden Franciscana, a la que tanta devoción se le tiene en España, no menos que en Italia y hasta América, nació en un pueblecito de Mesina (Sicilia). Sus padres, esclavos manumitidos, aunque oriundos de moros, eran muy buenos cristianos. Caritativos con los pobres, fieles cumplidores de las leyes de la Iglesia, estaban de administradores de un rico señor, que les prometió dar libertad a sus hijos si los llegaban a tener.
Bien pronto nació Benito, negro como sus padres, pero prevenido con la gracia de Dios, porque, desde la más tierna edad, fue aficionado a la oración y a la más austera mortificación de su cuerpo. A los dieciséis años su padre le dio unos bueyes y un campo que labrar para su propio provecho, ocupándose desde entonces en el pastoreo y labores agrícolas. Aunque nunca supo leer ni escribir, siempre fue muy dado a las cosas de Dios, en las que aprovechaba con rapidez como divinamente instruido.
Un ermitaño que le visitó un día en el campo, le profetizó su futura santidad, y le persuadió a que le imitara en su vida ascética. Benito contaba a la sazón treinta y un años, vendió cuanto tenía, lo dio a los pobres y se retiró al desierto, llevando allí una vida más angélica que humana. Dormía en el suelo y poco tiempo, se vistió una túnica áspera, y ayunaba perpetuamente. Su fervorosa oración le llevó a una perfección altísima y a una comunicación íntima con Dios, lo que pronto conocieron los vecinos de aquellos contornos, que acudían a él en busca de remedio. Un pobre hombre le llevó unas uvas y el Santo le aceptó una pequeña ración para sus compañeros, devolviéndole las restantes «porque eran robadas», lo que conoció milagrosamente.
Hizo algunas curas prodigiosas que le valieron la aclamación de los hombres, huyendo de la cual se escondió en una ermita, cerca del lugar que siglos antes había hecho célebre Santa Rosalía. Allí permaneció hasta que una disposición de la Santa Sede obligó a los ermitaños a entrar en alguna de las Ordenes conocidas, por lo que Benito pidió ser admitido en el convento franciscano de Santa María de Jesús de Palermo, cuyos moradores, conociendo las prendas que adornaban al bendito ermitaño, le acogieron con los brazos abiertos.
En la vida regular aumentó, si cabe, las mortificaciones, ayunando las siete cuaresmas de San Francisco, y dedicándose a los más penosos oficios con sus hermanos. Su humildad profunda, su extremada caridad y celestial prudencia, indujeron a los religiosos a elegirle Guardián, aunque era lego e iliterato, y, a pesar de resistirse con todas sus fuerzas, le fue preciso aceptar el imperativo de la obediencia; pero la dignidad no le impidió, antes bien, le hizo progresar más y más en el desprecio de sí mismo y en todas las virtudes.
Encargado de la reforma de su convento, la llevó a cabo con suma suavidad sin dispensar en nada del rigor de la pobreza. Casto como un ángel e inocentísimo, captóse las voluntades de todos, haciéndoles volar por el camino de la perfección.
Dios quiso honrarle con sus dones pródigamente. Tenía tal luz para conocer la ciencia de las cosas divinas, que resolvía las dificultades y explicaba los lugares más oscuros de las Sagradas Escrituras a los hombres más doctos que iban a consultarle. Las curaciones milagrosas, la multiplicación de los alimentos, el discernimiento de los espíritus y penetración de los corazones, vinieron a ser en él familiares y comunes. Unos novicios tentados de Satanás determinaron dejar el claustro. Estaba el Santo en oración en el coro cuando supo por revelación que habían saltado las tapias del convento; en el mismo momento se les hizo encontradizo, recriminándoles su poca fortaleza, y los volvió al monasterio. A los pocos días consintiendo de nuevo en la tentación arrebataron las llaves del convento y salieron de él por la noche. Ya habían andado algún trecho cuando el Santo se les apareció de nuevo; los llevó a casa, les puso una buena penitencia, después de su merecida represión, oró por ellos y jamás volvieron a sentir deseos de dejar la Orden.
Llegó al año sesenta y tres de su edad habiendo permanecido en la religión seráfica veintidós, y conoció que se acercaba el momento de pasar de esta vida a la eterna. Se preparó, pues, fervorosamente y en el día y hora por él predichos, entregó su bendito espíritu a Dios; era el 4 de abril de 1589. Su cuerpo, que aún se conserva incorrupto en el convento de Santa María de Jesús junto a Palermo, empezó en el acto a ser objeto de la pública veneración de los palermitanos. Los innumerables milagros obrados por su intercesión obligaron a la Santidad de Benedictino XIV a beatificarlo; y después de nuevos prodigios, Pío VII le colocó en el catálogo de los Santos.

SEMANA SANTISIMA

SEMANA SANTA




Semana Santa

Representación de la resurrección por Grünewald.


La Semana Santa es la conmemoración anual en que el calendario cristiano conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret. Por ello, es un período de intensa actividad litúrgica dentro de las diversas confesiones cristianas. Da comienzo el Domingo de Ramos y finaliza el Sábado Santo, aunque su celebración suele iniciarse en varios lugares el viernes anterior (Viernes de Dolores) y se considera parte de la misma el Domingo de Resurrección.
Va precedida por la Cuaresma, que culmina en la Semana de Pasión y da paso a un nuevo período litúrgico.
La Semana Santa cuenta con celebraciones propias que recuerdan la institución de la eucaristía en el Jueves Santo, la Crucifixión de Jesús y su Muerte el Viernes Santo y su Resurrección en la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección.
Durante la Semana Santa tienen lugar numerosas muestras de religiosidad popular a lo largo de todo el mundo, destacando las procesiones y las representaciones de la Pasión.
Triduo Pascual
Los días más importantes de la Semana Santa son los formados por el llamado Triduo Pascual: La introducción al Triduo el Jueves Santo y los días Viernes Santo, en el que se conmemora la muerte de Cristo, Sábado Santo, en el que se conmemora a Cristo en el sepulcro y el Domingo de Pascua de la Resurrección . También es importante la vísperas del Viernes, el Jueves Santo, día en el que la Iglesia católica conmemora la institución de la Eucaristía, en los oficios de ese día se reserva el Santísimo Sacramento en un lugar que se prepara en la iglesia, llamado monumento, hasta el oficio del día siguiente, permitiendo a los Fieles la Adoración personal o comunitaria al Santísimo Sacramento durante un breve momento o toda la noche, según las posibilidades de cada lugar.
La Fecha de la Semana Santa
La semana santa, se inicia el domingo de Ramos, y finaliza el Domingo de Resurrección o Pascua de Resurrección. La fecha de la semana Santa, es variable, y depende de la fecha en que se celebre la Pascua Judía.
Historia
A principios del siglo IV había en la cristiandad una gran confusión sobre cuándo había de celebrarse la Pascua cristiana o día de Pascua de Resurrección, con motivo del aniversario de la resurrección de Jesús de Nazaret. Habían surgido en aquel momento numerosas tendencias o grupos de practicantes que utilizaban cálculos propios. Ya en el Concilio de Arlés (en el año 314), se obligó a toda la Cristiandad a celebrar la Pascua el mismo día, y que esta fecha habría de ser fijada por el Papa, que enviaría epístolas a todas las iglesias del orbe con las instrucciones necesarias. Sin embargo, no todas las congregaciones siguieron estos preceptos. Es en el Concilio de Nicea (en el año 325) donde se llega finalmente a una solución para este asunto.
En él se estableció que la Pascua de Resurrección había de ser celebrada cumpliendo unas determinadas normas:
Que la Pascua se celebrase en domingo.
Que no coincidiese nunca con la Pascua judía, que se celebraba independientemente del día de la semana. (De esta manera se evitarían paralelismos o confusiones entre ambas religiones).
Que los cristianos no celebrasen nunca la Pascua dos veces en el mismo año. Esto tiene su explicación porque el año nuevo empezaba en el equinoccio primaveral, por lo que se prohibía la celebración de la Pascua antes del equinoccio real (antes de la entrada del Sol en Aries).
No obstante, siguió habiendo diferencias entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Alejandría, si bien el Concilio de Nicea dio la razón a los alejandrinos, estableciéndose la costumbre de que la fecha de la Pascua se calculaba en Alejandría, que lo comunicaba a Roma, la cual difundía el cálculo al resto de la cristiandad.
Finalmente fue Dionisio el Exiguo (en el año 525) quien desde Roma convenció de las bondades del cálculo alejandrino, unificándose al fin el cálculo de la pascua cristiana.
La Pascua de Resurrección es el domingo inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando la Luna llena eclesiástica; sin embargo, ésta casi siempre coincide con la Luna llena astronómica, de modo que para efectos de cálculo es generalmente válido emplear la más tradicional definición astronómica. Por ello puede ser tan temprano como el 22 de marzo, o tan tarde como el 25 de abril.
En algunos países se suspenden las labores docentes durante dos semanas que abarcan desde el sábado anterior al viernes santo hasta el segundo domingo después del viernes santo, por lo que para este año las vacaciones de Semana Santa y la semana posterior (a veces denominada "Semana mayor") serán en las siguientes fechas:
2009 – del sábado 4 de abril al domingo 19 de abril
La Semana Santa alrededor del Mundo







Camino al Gólgota Jesús Nazareno de las Tres Potencias
La Semana Santa se celebra con ritos, actividades, tradiciones y formas muy peculiares variando la región geográfica donde se realice, las cuales coinciden en la conmemoración de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret.

DOMINGO DE RAMOS

DOMINGO DE RAMOS

Estimado amigo (a)

¡Hola! Soy Jesús. Sí, Jesús aquel que vas a recordar en esta Semana Santa y al que le cantas todos los domingos en las Misas. Soy ese mismo que está en la sagrada Eucaristía y que se guarda en el sagrario. Te escribo para contarte que paso hace mil novecientos setenta y tres años atrás, un viernes catorce del mes de nizán del reinado de Tiberio, Emperador de Roma.
Como bien sabes, tenia que cumplirse con la misión que me encomendó mi Padre y que estaba dicho y escrito por los profetas. Desde que vine a este mundo lo sabía y no fue fácil.
Sé que todo iba a ser el sufrimiento que tenía que pasar por ti y por todos los hombres. No me arrepiento; y lo hice con plena voluntad y con toda valentía, a pesar de que sabia que no me ibas a demostrar tu cariño, que me ibas a ofender con tus malas acciones, que te olvidarías de mi cuando se te diera la gana y que tal vez me negases en algún momento de tu vida.
¿Tú has pensado cuánto dolían esos latigazos y cuánto dolieron los clavos que me traspasaron? Tal vez sí o tal vez no, pero aún así Yo sé que ese dolor valió la pena aunque parezca que no, aunque tú no me quieras, aunque te olvides de mi y te refugies en las cosas materiales de este mundo, no te puedo pedir que me quieras a la fuerza, yo te he demostrado mi cariño de una forma como no se demuestra más amor por otro.
He entregado mi vida por ti. He sacrificado todo por darte la salvación y hacerte hijo de mi Padre por adopción. No sabes cuanto te quiero y cuanto me duele tu desprecio.
Sé que tienes dificultades y problemas al igual que todas las personas, pero sé también que puedes sobrellevar todas esas dificultades; porque ¡yo te doy la fuerza y yo te ayudo si tú quieres! Esa es tu cruz. Al igual que a mi me toco cargar con una cruz, a ti también, te toca cargar con esa cruz que esta hecha a la medida de tus fuerzas. Ni más ni menos.
En el momento de la pasión sentí constantemente que las fuerzas se me iban y que ya no iba a poder cumplir con mi misión, pero había algo que me daba aliento y me decía ¡vamos Tú puedes! Era mi Madre, Tú Madre. Ella estaba a mi lado en todo momento, como en el tiempo de mi infancia, cuando me caía y ella me ayudaba y consolaba, pero ahora ella no podía evitarme este sufrimiento. Sabia que era para lo que había venido a este mundo. Su corazón estaba destrozado y conforme pasaban las horas su dolor crecía como no sabes. Hubiese dado cualquier cosa por evitar aquel dolor, pero no… no, esa era la parte que le tocaba cumplir en esta misión.
Ahora empieza esta semana donde recuerdas todos esos acontecimientos de mi pasión. Yo estoy en todas partes y estoy a tu lado en todo momento, si me necesitas tan solo búscame en tu interior y me encontraras; y acude cuando te haga falta – que serán muchas veces – al sacramento de la confesión. No es el sacerdote el que te escucha, soy Yo y Yo te perdono, yo te abro nuevamente los brazos como al hijo pródigo.
Reza, reza mucho en esta semana que empiezas y pide al Señor que te transforme el corazón de piedra en un corazón de carne, en un corazón donde entren todas las personas sin discriminaciones, en un corazón que ame a sus hermanos con todos sus defectos y virtudes.
Tal vez sean muchas las cosas que te pido, pero no es cualquiera el que te los pide, soy tu Dios y creador; y te estaré esperando todos los días. Si yo sufrí y me sacrifique por todos, si yo pague por los pecados que no cometí, ¿Tú que haces por los demás?

Desde la eternidad del Cielo muy atentamente Jesús.