Buscar en este blog

miércoles, 15 de abril de 2009

DOMINGO DE RAMOS

DOMINGO DE RAMOS

Estimado amigo (a)

¡Hola! Soy Jesús. Sí, Jesús aquel que vas a recordar en esta Semana Santa y al que le cantas todos los domingos en las Misas. Soy ese mismo que está en la sagrada Eucaristía y que se guarda en el sagrario. Te escribo para contarte que paso hace mil novecientos setenta y tres años atrás, un viernes catorce del mes de nizán del reinado de Tiberio, Emperador de Roma.
Como bien sabes, tenia que cumplirse con la misión que me encomendó mi Padre y que estaba dicho y escrito por los profetas. Desde que vine a este mundo lo sabía y no fue fácil.
Sé que todo iba a ser el sufrimiento que tenía que pasar por ti y por todos los hombres. No me arrepiento; y lo hice con plena voluntad y con toda valentía, a pesar de que sabia que no me ibas a demostrar tu cariño, que me ibas a ofender con tus malas acciones, que te olvidarías de mi cuando se te diera la gana y que tal vez me negases en algún momento de tu vida.
¿Tú has pensado cuánto dolían esos latigazos y cuánto dolieron los clavos que me traspasaron? Tal vez sí o tal vez no, pero aún así Yo sé que ese dolor valió la pena aunque parezca que no, aunque tú no me quieras, aunque te olvides de mi y te refugies en las cosas materiales de este mundo, no te puedo pedir que me quieras a la fuerza, yo te he demostrado mi cariño de una forma como no se demuestra más amor por otro.
He entregado mi vida por ti. He sacrificado todo por darte la salvación y hacerte hijo de mi Padre por adopción. No sabes cuanto te quiero y cuanto me duele tu desprecio.
Sé que tienes dificultades y problemas al igual que todas las personas, pero sé también que puedes sobrellevar todas esas dificultades; porque ¡yo te doy la fuerza y yo te ayudo si tú quieres! Esa es tu cruz. Al igual que a mi me toco cargar con una cruz, a ti también, te toca cargar con esa cruz que esta hecha a la medida de tus fuerzas. Ni más ni menos.
En el momento de la pasión sentí constantemente que las fuerzas se me iban y que ya no iba a poder cumplir con mi misión, pero había algo que me daba aliento y me decía ¡vamos Tú puedes! Era mi Madre, Tú Madre. Ella estaba a mi lado en todo momento, como en el tiempo de mi infancia, cuando me caía y ella me ayudaba y consolaba, pero ahora ella no podía evitarme este sufrimiento. Sabia que era para lo que había venido a este mundo. Su corazón estaba destrozado y conforme pasaban las horas su dolor crecía como no sabes. Hubiese dado cualquier cosa por evitar aquel dolor, pero no… no, esa era la parte que le tocaba cumplir en esta misión.
Ahora empieza esta semana donde recuerdas todos esos acontecimientos de mi pasión. Yo estoy en todas partes y estoy a tu lado en todo momento, si me necesitas tan solo búscame en tu interior y me encontraras; y acude cuando te haga falta – que serán muchas veces – al sacramento de la confesión. No es el sacerdote el que te escucha, soy Yo y Yo te perdono, yo te abro nuevamente los brazos como al hijo pródigo.
Reza, reza mucho en esta semana que empiezas y pide al Señor que te transforme el corazón de piedra en un corazón de carne, en un corazón donde entren todas las personas sin discriminaciones, en un corazón que ame a sus hermanos con todos sus defectos y virtudes.
Tal vez sean muchas las cosas que te pido, pero no es cualquiera el que te los pide, soy tu Dios y creador; y te estaré esperando todos los días. Si yo sufrí y me sacrifique por todos, si yo pague por los pecados que no cometí, ¿Tú que haces por los demás?

Desde la eternidad del Cielo muy atentamente Jesús.

No hay comentarios:

Publicar un comentario